Frena La Curva, una historia de innovación abierta
La plataforma ciudadana Frena La Curva celebró el 2 de mayo un festival online de innovación abierta, donde se compartieron los logros y aprendizajes que se han ido construyendo durante sus casi dos meses de trayectoria. Más allá de la propia plataforma, el encuentro sirvió también para constatar el potencial de los laboratorios como espacios de innovación abierta capaces de conectar lo público, lo privado y la ciudadanía.
Frena La Curva se empezó a fraguar el 12 de marzo, el día en que se cerraron los colegios en todo el estado y empezó a ser evidente la dimensión real de la crisis sanitaria, social y económica que nos venía encima. Desde el equipo del LAAAB, el Laboratorio de Aragón de Gobierno Abierto, se comenzaron a tejer alianzas esa misma tarde con entidades y colectivos relacionados con la innovación social, y en poco más de 24 horas, ya estaba montada la primera versión de la web. El objetivo era recopilar y conectar las iniciativas ciudadanas que estaban empezando a surgir por todo el estado en respuesta a la crisis del coronavirus.
Gracias a la colaboración entre laboratorios ciudadanos, entidades públicas, colectivos de personas voluntarias y empresas, en menos de dos meses Frena La Curva se ha convertido en el mayor repositorio de innovaciones ciudadanas en habla hispana. El proyecto se ha replicado en más de 20 países, y a nivel estatal, se han recopilado cerca de 7.000 iniciativas solidarias, desde la fabricación y distribución de mascarillas hechas por la comunidad maker hasta traductores para personas migrantes, menús para sanitarios o clases de apoyo a estudiantes, por nombrar solo algunas.
Más allá de la creación del repositorio y el mapa, la iniciativa impulsó un primer hackaton para desarrollar propuestas en respuesta a la emergencia, de donde han salido 13 proyectos en 5 días gracias al trabajo intensivo de 200 personas. Posteriormente convocaron DESAFÍOS COMUNES (para el día después), dirigido a apoyar 10 proyectos con capacidad de escalabilidad y transferencia conectados con retos sociales postCOVID. Y en ese marco se ha llevado a cabo ¿Y SI NOS ENREDAMOS? Colaboratorio para pensarnos juntas, un proceso de reflexión colectiva enfocado a explorar cómo articular un ecosistema de innovación ciudadana de forma sostenida y sostenible.
En el festival Frena La Curva – 12 horas de charlas, que están disponibles en la web – se pusieron en común los aprendizajes de todos estos procesos, pero también muchas claves sobre cómo aprovechar e impulsar la acción ciudadana mediante estructuras de innovación abierta, en ámbitos que van de la educación a la cultura, las tecnologías y las políticas públicas. Estos son algunos de los aprendizajes compartidos.
Laboratorios Ciudadanos
En la mesa participaron Karen Dupont del LAB León, en México; Romina Díaz del laboratorio de innovación pública NQN Lab, en Argentina, y Camilo Cantor, del taller público de experimentación Exploratorio, en Colombia.
Tal y como explicó Camilo Cantor, los laboratorios ciudadanos han demostrado más que nunca su validez como espacios de experimentación, donde el objetivo ha de ser “dar voz a los colectivos, y no ser nosotros quienes decidimos lo que hacemos”. Destacó también la importancia de “flexibilizar tiempos y dar espacio al error, sin dejarse llevar por los números”. Por otro lado, Karen Dupont habló de la importancia de asumir las necesidades de las personas y trabajar en equipos diversos, huyendo de los protagonismos. Por último, explicaba Romina Díaz, “los laboratorios han de pensarse como idea, no como estructura, porque sino es imposible abrirlos y conseguir incidencia real”.
La cultura por hacer
En la mesa dedicada a la cultura, moderada por Benito Burgos, responsable del programa Cultura y Ciudadanía, participaron José Luis de Vicente, comisario de Sónar+D; María Montesino de la Iglesia, investigadora en La Ortiga Colectiva, y Susana Moliner de Grigri Projects.
Frente a la pregunta ¿cómo construir las culturas que están por hacer?, María Montesino apostó por la idea de “culturas extensivas que rompan con la intensidad y la hiperactividad”, bajo principios ecofeministas contra todo tipo de brechas, y que gestionen lo común. “Contextos heterogéneos y de conflicto donde el ser humano no siempre está en el centro”.
Tal y como explicó Susana Moliner, “el modelo de consumo de lo cultural ha caído y se presenta una oportunidad muy interesante para abrir y trabajar desde una perspectiva más humilde, con capacidad de escucha”. Por último, José Luis de Vicente destacaba que el virus ha reescrito nuestra imaginación hacia otras formas de vivir, rompiendo modelos que pensábamos inevitables. “La cultura merece una silla en los espacios de innovación como fuerza de transformación, porque también consiste en imaginar otras formas de vida posibles”, explicaba.
Cómo montar un equipo mixto público, privado y social
Ernesto Figueroa, coordinador de NQN-Lab en Argentina, dio una charla destacando sus aprendizajes en el desarrollo de proyectos de cocreación pública, privada y ciudadana. Tal y como explicó, no se trata de agregar parches a los mecanismos existentes mediante el uso de tecnologías, sino de crear espacios bajo nuevas claves.
Según Ernesto, estos espacios deben guiarse por los principios de apertura, donde “ningún saber está de más”, por la reflexión, huyendo de soluciones fáciles, y por el enfoque experimental, “no nos reunimos para confirmar lo que sabemos sino para ponerlo en duda”. Abogó también por trabajar desde lo lúdico y desde la alegría como fuerzas transformadoras. Por último, destacó la necesidad de salir fuera de la administración, puesto que es ahí donde están las ideas.
Colaboratorio para pensarnos juntas
Otra de las mesas del festival estuvo dedicada a compartir los saberes recopilados durante el Colaboratorio ¿Y SI NOS ENREDAMOS?, que se realizó entre el 27 y el 30 de abril. Este proceso abierto estuvo enfocado a explorar cómo articular ecosistemas de innovación ciudadana en red, en una conversación distribuida donde participaron más de 130 personas procedentes de siete países. En la mesa de conclusiones sobre el Colaboratorio estuvieron Laia Sánchez de Citilab Cornellà, Ricardo Antón de ColaBoraBora y Javier Ibáñez del Centro de Innovación Las Naves.
En relación al por qué de estas conversaciones, Laia Sánchez explicaba que “ante la crisis que nos va a golpear, si algo tenemos claro es que nos necesitamos para afrontar los desafíos, porque juntas somos más fuertes”. En el Colaboratorio participaron agentes de las cuatro hélices de la innovación: el sector público, el privado, el académico y la sociedad civil.
Para el proceso, utilizaron como marco de referencia la Economía Rosquilla de Kate Raworth y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En el centro de la rosquilla se sitúan las necesidades básicas de las personas, y el umbral de acción está limitado por el impacto ecológico.
Tal y como destacó Javier Ibáñez, si bien hubo disparidad en las temáticas a tratar, “hubo acuerdo en situar los cuidados como tema central, priorizando actuaciones que sitúen la vida en el centro”. También, en dirigir el foco a la 4ª hélice de los procesos de innovación, la ciudadanía, y los laboratorios como espacios de intermediación. Finalmente, Ricardo Antón explicó los siguientes pasos, que consisten en buscar la manera de sostener la comunidad más allá del impulso inicial, con el objetivo común de “situar la innovación ciudadana en la agenda institucional de manera transversal”.
Durante las 12 horas del Festival se habló también de las oportunidades de la innovación ciudadana en otros muchos ámbitos, como la educación, las tecnologías libres y el diseño de la ciudad.
El proyecto Frena La Curva se ha ido construyendo de forma horizontal, mediante alianzas con laboratorios de innovación abierta, grupos de voluntariado, empresas e instituciones públicas. Desde Wikitoki, han participado en el proyecto ColaBoraBora y Montera34.